«Todo lo que una tarde murió con las bicicletas»
La palabra más bella según Margaret Mazzantini es gracias. Gracias, Llucia Ramis por recordarme lo guay que fue el primer día que llegué a poder picar el botón de ático donde vivíamos en el ascensor. Porque se me han erizado los pelos de los brazos como cuando en segundo de EGB el de atrás me escribía letras en la espalda y yo tenía que adivinar qué palabra era.
He vuelto a sonreír mientras lo leía y llovía pensando cuando estrené ese paraguas transparente que me regalaron los reyes y bailaba cantando bajo la lluvia. Esa canción del koala Mofli que no me podía quitarme de la cabeza y me perseguía hasta la cama ¡Cómo era de importante ganar un partido de voleibol! Y el sabor del primer beso: su saliva era más fría que la mía. (Sí, yo también había ensayado con mis labios en el espejo). Cuando el evento más importante de la semana era ir a misa. Cuando hacía de comercial de vinos porque no encontraba trabajo de lo mío. Y como la protagonista llevo por causas diferentes, pero igualmente ajenas, viviendo una temporada con mis padres cuando trabajo en Barcelona. Seguiré cantando “Wind of change” soplando un diente de león pensando en el futuro que he forjado con mi pasado y que vendimio en mi presente.
Gracias a este libro por hacerme revivir esas pequeñas cosas que viví y no recordaba… como todo lo que una tarde murió con las bicicletas.

