Sin ahorrarnos el sabor de las palabras
El otro día escuchaba la radio y comentaban la entrevista de Ferran Adrià donde decía que vivía en hoteles y que ya no sabía donde se despertaba. El presentador dijo un ¡Pobre! con una entonación que no me gustó. En un momento de crisis donde todos lo pasamos de una manera o otra mal, parece que quede mal viajar ni aunque sea por trabajo. ¿Quién va al gimnasio? Que levante la mano, porque cada mal decir que inviertes tiempo en ti mismo y ni que decir del malgastador que se atreve a darse un masaje si no es que está sufriendo de verdad una gran contractura. ¿Quién puede envejecer vinos si el apartamiento medio no da ni para la intimidad de una pareja? No queda muy bien decir que utilizas una cámara subterránea para que tus caros vinos descansen para encontrar el momento exacto donde la acidez hace un pacto con los taninos y dejan el mejor postgusto. Los segundos vinos son demasiado caros y las bodegas han sacado ya los terceros. Los que no lo hagan les dirán que no están al día. Los vinos deben ser jóvenes, se deben poder beber jóvenes porque la gente no está para invertir. Me gusta la expresión francesa del “Vin du plaisir” que queda mucho mejor que el vino base o low cost. Es un vino que te da alegría sin tenerte que comer el coco, sin que te duela el bolsillo y sin que tengas que esperar una gran ocasión para disfrutarlo. “El vino para gozar” tendría que ser la máxima de cada sorbo. Al igual que la expresión de vino de meditación al hablar de un vino dulce. Personalmente prefiero la expresión “vino di conversazione” como el Luminoso Dolce de viñas viejas de Trebbiano en una botella de 20 mm que es una medicina para el alma. Si es que el vino, al final nos hace conversar y ver que cada uno puede oler su vida en una copa de vino. Ahora tocan recortes, también en el vino. Es diferente la percepción de comprar un vino segundón, que si lo llamamos “Flor”, sobretodo si de apellido lleva Petrus o Pingus. Los segundos vinos de los grandes crus franceses lo tienen claro. Cuando un año no es tan bueno, se elaboran más del segundo, a veces aunque no sea tan buena añada gana con las uvas que no se ponen en el primero, para equilibrar los ingresos. Si llevan el nombre del vino top, aunque sea con el atributo Petit (como Petit Cheval o Petit Mouton-Rothchild) al consumidor ya le sabe mejor. A la tercera dicen que va la vencida. Como el Caminos del Priorat de Álvaro Palacios, un vino con una buena calidad-precio-placer con una firma de lujo. La moda ya hace tiempo que lo hace. Versace firma colecciones de H&M, aunque el mundo del vino no sólo vale el diseño, ni que el cupage lo haga Michelle Rolland, si no de la materia prima. Antes los vinos de Burdeos o Rioja duraban mucho más. En estos últimos Primeurs me dieron a catar un Lascombes de mi año, 1981 y a ciegas parecía más joven que yo. Pero desde que llegó la famosa microxigención ha acelerado la madurez del vino y permite que no se los beban tus nietos ni que tengas que hipotecar parte de tu espacio vital para que duerman las botellas. Vinos agradables, sin pretensiones que te hacen pasar grandes momentos, como Serras del Priorat, como el Amaranto de Podere San Cristoforo, como Artadi de Rioja, como un xarel·lo del año d’Albet i Noya, como el rosado fashion de Ibiza, el Ibizkus. Vinos para gente joven que empieza tiene curiosidad, para los que tienen buen gusto y para los que ya están cansados de oler madera. Una nueva generación de etiquetas con arte y de vinos que se adaptan a nuestro tiempo y que no necesitan que malgastemos años para verlos crecer. Porque para tener momentos de placer no hace falta ahorrar tanto. Y atención a como describimos a los vinos porque las palabras tienen su peso en oro e influencian el sabor.
Meritxell Falgueras