Piensa en vino
Solía criticar muchas cosas en el mundo del vino. Por ejemplo los dossiers de prensa. Todos cortados con el mismo patrón: foto de la familia, exclusividad del terroir, madera de primer y segundo año y técnica tradicional. Siempre los mismos argumentos para vender vino. (Luego he visto que son los que son, como decía Michael Jackson porque “This is it” ). Las visitas a las bodegas con la misma estructura: video, viñas, tinas, barricas, sala degustación y comida. En ellas solía pensar si los bodegueros nunca habían ido a visitar otras bodegas o si nunca se habían percatado que su discurso podía ser repetitivo para los que no somos vírgenes ¡Y qué decir sobre las etiquetas! Hemos pasado de los escudos a las viñas, pasando por los cuadros de arte y los topos. La moda de los nombres del vino, que al menos al principio arrancaban alguna cara de sorpresa, hasta que también se quedó demodé. Las catas para profesionales, con las mismas fichas de cata, con adjetivos que cambian de orden y las mismas caras. Los vinos con el color cereza picota, los aromas a madera tostada, la expresión varietal. Las tiendas, todas con muchas referencias de todo el mundo con un “sabelotodo” que hace descubrir el vino a los fieles. Las ferias, con los gorrones que se cuelan y los profesionales que no saben escupir, que hacen brillar más a los que van a buscar nuevos productos y disfrutan de tomar un sorbo con el viticultor. Aunque siempre nos acabamos encontrando en el mismo stand de la marca importante (porque se necesita una silla, un poco de agua y algún aperitivo para seguir catando en condiciones). Las revistas especializadas con los mismo reportajes estacionales: en marzo rosado, en diciembre espumosos. Los comerciales que llegan a los restaurantes con una carpeta llena de productos que son tantos como el que ha pasado hace diez minutos y al que está esperando. Los restaurantes, de precios caros y cartas largas con algún que otro error. Siempre en el trono de la opinión los mismos críticos. En las asociaciones de sumilleres las mismas caras. Pensaba que todo estaba pensado en el vino y que ya nada me podría sorprender. Criticaba para destruir. En cambio todo está construido y está bien. Y me sorprendió al intentarlo hacerlo mejor y ver que era como el resto. Porque sale de la evolución del mercado y porque, en el fondo, aún funciona. Si no ya lo hubiéramos cambiado, se llama adaptación al medio y es lo que caracteriza nuestra evolución. Intenté hacer un dossier de prensa y acabé hablando de las propiedades únicas del suelo, del microclima, de la elaboración y de las manos que lo elaboran. El máster del OIV especialmente frecuentado por bodegueros ven más de cien bodegas al año. He intentado hacer una visita original a un bodega y he acabado haciendo la clásica ruta y explicando lo que había. Las revistas de moda cada año hablan de la operación biquini. Yo cada año hablo de los vinos de navidad. Y por mucho que decimos que haríamos si tuviéramos un restaurante, o una asociación, no creo que lo hagamos muy diferente de lo que se está haciendo. ¡O sí! ¡Ojalá me equivoque! En todos los sectores pasa igual, lo que pasa es que a nosotros nos toca el vino. Y de vinos y personas que nos dedicamos (y apasionamos) por ello, también somos unos cuantas. Porque como todo en la viña del señor hay dos iglesias, la de Roma que es inmóvil y sólo reza y la otra, la que se mueve y va a ayudar a los necesitados. Piensa en vino y actúa, porque el sector necesita seguir siendo como es, pero con sabia nueva. No porque no esté bien, si no porque puede ser mejor.