Pass with merit
Hace poco volví a empollar, a memorizar cosas que no entendía para pasar el examen en inglés de viticultura y enología del WSET. Mientras iba en el avión una chica joven (más joven que yo) me pidió una hoja. Empezó a escribir y a llorar. Podía sentir como se lo tomaba todo a pecho, como en ese momento se creía el ser más desgraciado del planeta, como sus sollozos reclamaban el aire que le faltaba. Alimentada por sus lágrimas no percibió mi manera histérica de subrayar hasta el extremo de colorear mis apuntes, mi intento de disimular el nerviosismo con disimulados mordiscos a las pieles de mis uñas por el miedo a no pasar un examen después de tanto tiempo. Pensé, que por suerte, ya no me tomaba la vida con tanto dramatismo, que con los años tienes un condón emocional que te protege de las subidas (y sobretodo de las bajadas) de tus emociones, que por fin estaba vacunada de la tragedia de pensar que nadie te comprende. Que nadie se puede sentir tan triste como lo estás tu entonces. Sólo después de que la vida me vuelva a poner a prueba entenderé si mi aprobado es justo y continuo emocionándome con todo como si fuera una niña de dieciséis años que tiene miedo a volar.