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Mi nuevo Bulli

Hace un año escribí un post robando a Mariah Carey su “I’ll give you all” parafraseando la canción y diciendo que daría todo por una noche más en el Bulli. Hace un año mi horizonte era ver publicado mi libro y poder cenar otra vez en el restaurante más mágico del mundo. Y ahora, que he podido vivir en Madrid Fusión un momento delirante de arquitectura molecular bulliniana rollo “Avatar” con el lema “libertad para crear”, ya no me da miedo no tener mesa en el Bulli. Porque seguro que ganaré algo mejor. Tuve que hacer de corresponsal para la radio para informar de la ponencia más mediática del genio de los fuegos y no supe responder a la pregunta principal ¿pero se podrá comer en el Bulli? La verdad es que después de lo que vi, ya casi ni me importa. Va a ser un sitio sin reservas, sin límites entre la arquitectura y la naturaleza, con muchas mentes con ganas de imaginar lo imposible. Cuando la crisis económica hizo menguar mi trabajo decidí acabar mi tesina doctoral. Es de las mejores decisiones que he tomado en mi vida, porque ahora tengo mi cum laude y los que querían de verdad colaborar conmigo me esperaron. A parte que sentí que yo dominaba mi vida y que lo urgente no debían controlar lo que es importante. Como cuando el restaurante de Roses empezó a abrir sólo medio año porque en invierno no hay tanta gente en la Costa Brava y se dedicó a investigar. Después decidieron dar sólo cenas y después quitaron la carta, dando como única opción el menú degustación. Ahora que, por fin estoy cosechando libro, tele y radio, me planteo volver a estudiar en un futuro no muy lejano (como Adrià anunció la intención de hacerlo un par de años antes) para volver a sembrar. Tomarme un tiempo bulliniano para escribir una novela y no vivir siempre en mi ciudad. Será que, como el Bulli siento que lo más importante es lo que soy capaz de hacer y que no me quiero quedar en los aplausos por lo que he hecho. Formación, reinvertarse y no tener miedo a que te llamen loco porque cierras un restaurante en el momento que todo el mundo desea una mesa. Porque lo que yo deseo es un sueño que se va hacer realidad si trabajo para que sea posible. Aunque a una mesa en la Cala Montjoi…. ¡nunca le diré que no! Tal vez, sólo, por un picnic en Toscana.

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