LO QUE NOS ENCANTA Y DESENCANTA DEL MUNDO DEL VINO
El otro día pude disfrutar de un foro de personas que se dedican al vino y les pedí a forma de “brainstorming” que es lo que más les gustaba del mundo vinícola y lo que no soportaban. Que el vino este tan íntimamente relacionado con la gastronomía y la dieta mediterránea hace más interesante dedicarse a este mundo. Sí, también se comentó como el vino facilita la comunicación, la intimidad que se desdibuja en cada botella de vino compartida. El vino cambia y nunca dejas de aprender, de cada añada, de cada sorbo, de las novedades de las zonas vinícolas. Tenemos la oportunidad de viajar con una copa de vino y ser los embajadores de nuestra tierra llevando siempre una botella debajo del brazo. Y que el vino esté de moda nos convierte en el centro de atención de las fiestas. Pero ¿qué es lo que realmente nos tiene “enganchados” y por arte de magia el vino se convierta no solo en una profesión?
Nos encanta la paciencia de los enólogos, el autodidactismo de los sumilleres y la pasión de los comerciales. En cambio, la gente que crítica sin fundamento y los pedantes son la especie más peligrosa de la profesión. Los grande gurús pueden ser una guía pero no nos gusta cuando se monopoliza el gusto. La educación a los aficionados en las tiendas especializadas y la comunicación en el restaurante es nuestra mejor arma. Pero el alto precio del vino en el restaurante, el mal servicio del vino (copas y temperatura) nuestra peor publicidad. Que las bodegas tengan tantos vinos nos pierde. Los franceses tienen solo el primer y el segundo vino y máximo un blanco. Esto facilita entender la bodega. La distribución en España es una jungla. Una guerra campal en la calle de precio y de ofertas que acabara por ahogarnos. El comercio internacional aboga por el precio y aunque podemos presumir que tener una gran calidad-precio no queremos que se nos suba a la cabeza.
Que sea un mundo que bebe de la tradición y tenga un carácter familiar dota al vino de un romanticismo que es parte de su imagen y su corazón. Los que se apuntan al carro y sólo sienten en vino de una manera superficial, matan su aurea. Nos llena de orgullo que sea una artesanía ligada a la tierra que mantiene el medio rural y equilibra el territorio. Pero nos disgusta que se pague tan mal y desigual la uva y los campesinos tiendan a hacer cantidad en contra la calidad para poder subsistir. Parecemos tontos si acabamos matando a la gallina de los huevos de oro.
Querríamos que se acabara la guerra del cava, las leyes rígidas, el botellón y las bebidas alcohólicas de mala calidad. Nos preocupa el uso que se hace al volante, la salud de los consumidores y su psicología. Siempre vamos con el lema “beber poco pero bueno” aunque vendamos menos. Y nunca nos acostumbraremos a la gente no-profesional que se cuela a las ferias para gorronear. Nos seduce que el vino sea el mejor obsequio de regalo pues desde tiempos ancestrales era una ofrenda a los dioses.
Un enólogo, un periodista, un sumiller y un comercial llegamos a la conclusión que más que un trabajo es una pasión, una forma de vida. Y tal vez, lo mejor que tenga el vino, es la gente que forma parte de el mundo vinícola. Profesionales afables, divertidos y extrovertidos. Dicen que todos los que nos dedicamos a este mundo somos gente maja… ¡supongo que es imposible que nos robe el alma el diablo cuando ya la hemos entregado a Baco!
Meritxell Falgueras para Mercados del Vino y la Distribución
2 Comentarios
Timo Bieber
Si, es verdad, es una pasión. No se puede trabajar con vino sin pasión. Vino es cultura, es tierra, es placer, es una experiencia compartida. Y espero que podemos tranmitirlo a nouestros clientes!
Meri
tienes toda la razón, Timo, comunicar el vino y transmitir emociones es lo más importante de nuestra profesión!