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LAS CLASES SOCIALES, EXISTEN

Adoro hablar con los taxistas siempre que busque yo la conversación. El otro día no era una de esas ocasiones. Intentaba pasar desapercibida en el asiento de atrás, pero el taxista observó que llevaba cajas de vinos y me empezó a contar que era un gran apasionado. Quería cobrarme junto a la carrera un abreviado curso sobre el vino entre semáforo y semáforo y yo no estaba por la labor. Intentaba sacarme información sobre variedades y marcas, a lo que yo iba asintiendo mientras probaba a llamar a alguien des de mi móvil para que me rescatara de dar una clase particular. Pero el taxista dijo una frase que me sacó los ojos de órbita y que consiguió captar mi atención. Dijo “cuando voy a comprar vino utilizo esta técnica: compro los que tienen título de marques o de barón, no fallan, siempre están buenísimos”. Sus ejemplos eran: Maques de Cáceres, Marques de Riscal, Barón de Ley, etc. Un nombre noble le da al vino una credibilidad que el comprador inexperto agradece. Y supongo que lo hacemos todos en los productos que no conocemos y que tienen una palabra que nos suene o nos sugiera calidad y/o exclusividad.
Las marcas de vinos lo saben y por eso la imagen de tradición y paisaje son las recurridas. Castillo, Torre, Viña, Clos, Pago, Laderas, etc . También los nombres latinos como Ysios, Tarsus, Odyseus, parecen ser parte de la tradición vínica de la antigüedad, aunque en realidad es toda la cultura del vino que proviene de la misma fuente (“vis” en latín significa “fuerza vital”). En el vino más que en otras cosas buscamos esta distinción noble. La mayoría de consumidores son tradicionales, por eso aún muchos de ellos rechaza el tapón de silicona. Les parece poco romántico o extraño y prefieren un mal tapón de corcho. Les da más fiabilidad sólo por la apariencia. Igual que encontrar en la etiqueta del vino las uvas más internacionales. Delante un cabernet sauvignon o un chardonnay la gente se tranquiliza, se imagina que es sinónimo de calidad. Un albillo o samsó les pondrían nerviosos; hasta se preguntarían si se trata una variedad blanca o tinta. También saber que es un vino envejecido les hace catar mejor el vino aunque organoléticamente deje mucho que desear. ¡La de botellas de Grand Cru que he visto en el Tallevant de Paris que estaban más muertas que vivas! Los adinerados que pueden tomarse un Chateaux Latour del 1961 enseñan orgullosos la botella aunque esté medio llena cuando sólo faltan los postres. La añada es parte de la presentación en sociedad del vino. ¡Cuantos se sienten expertos comprando un vino con el criterio de que es una buena añada! Sin preocuparse del tipo de vino, del trabajo de la bodega y del momento de consumo.
Las denominaciones de origen también atañen a estas clases sociales. Parece que hay denominaciones de primera división y otras de tercera clase. Rioja, Priorato y Ribera tienen pedigrí; Bordeaux y Champagne estilo; Piamonte y Supertoscanos diseño. Pero muchas veces la falta de criterio marca la elección de zonas famosas aunque dejemos de catar las que nos son desconocidas. El vino, como el coche o la ropa parece poder expresar la “clase social”. Es extraño que lleguemos a humanizar a un producto que viene de la naturaleza y que le pongamos con un título nobiliario en la etiqueta o con unas características ficticias de estatus de calidad. Y todo eso sin probarlo…

Meritxell Falgueras

2 Comentarios

  • Cristian R.

    Una correcta etiqueta elaborada por un buen equipo de diseño puede ayudar notoriamente a que la linea de vinos crezca o perder mercado, cayendo desde el enologo hasta todo el equipo de producción que hay detrás. Por eso, es necesario, crear lineas de venta acordes al vino, para que lo destaquen y el consumidor final lo prefiera entre la gran cantidad que existen.

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