LA VIE EN ROSE
Un vestido fucsia, las uñas cerezas, un bolso de color verde, unos tacones frambuesa. Una copa flauta, una cubitera transparente, una música chill-out, unos sofás de piel blanco. Una fiesta en la puesta de sol en una de las terrazas más chics de Barcelona. Pero también podríamos estar en París, donde el champagne rosé tiene el trono del glamour de las bebidas. En la Champaña la Pinot Noir y la Pinot Menier llevan el protagonismo de las uvas tintas. Pimecava, que reúne a las pequeñas y medianas empresas de cava, empezó una atractiva campaña en Sant Jordi: maridar sus rosados con rosas. Pero no hay rosa sin espinas. Que el vino base provenga de la técnica del sangrado o de la maceración de las pieles parece ser que se hace pagar. El precio del rosé francés casi se duplica. ¿Por qué? Menos botellas, más exclusividad, un bouquet diferente y un cuerpo más sabroso. Cristal, el zar de Louis Rodederer, 200 euros, el Rosé 450. Por suerte para los cavas la diferencia de precio blancos-rosados no pincha tanto.
Las pálidas burbujas de los espumosos se tiñen de rosa para dar una dimensión más festiva a las copas. Su cromatismo no es lo único que lo caracteriza. Frutas rojas: silvestres (frambuesa, mora) o domésticas (cereza, fresa); van de la mano del fondo vegetal, las notas cítricas; la lavanda o la violeta aportan el toque floral. La frescura de la acidez se funde con el carbónico integrado, provocando la sonrisa de quién lo degusta. Las grandes firmas de champagne siempre han presumido de su rosado. Veuve Clicquot con su rosado de añada; Billecart-Salmon con su Cuvée Elisabeth Salmon Rosé; las dos firmas míticas, Drug y Dom Perignon también tienen su versión rosa; Laurent Perrier y los fabulosos mágnums de Moët Chandon rosé servidos en copas en forma de flor. Muchos países el espumoso rosado se abre en días románticos y dicen que son lo preferidos de ellas. La frase de Lily Bollinger, una de las grandes damas de la historia del vino con fermentación carbónica, nos cuenta como debe ser su consumo: “Sólo tomo champaña cuando estoy feliz o cuando estoy triste. A veces tomo cuando estoy sola. Cuando tengo visita lo considero obligatorio. Juego con él si no tengo hambre y lo tomo si la tengo. En otras ocasiones nunca lo pruebo, a menos que tenga sed”. Madame Bollinger murió a los 78 años sin que ese consumo la perjudicara aparentemente. Madame Pompadour decía que el espumoso hace bellas a las mujeres. Tal vez depende si el que las mira también lo ha bebido. Lo que esta claro es que el rosado, marginado durante años al aperitivo, está en la cima.
Las tonalidades dependen de las variedades y la elaboración. Podemos encontrar rosas pálidos en los trepats hasta los piel de cebolla de algunos champagnes. Las notas salmones nos expresan la evolución del vino rosado y el naranja, su defunción por oxidación. La intensidad depende del tiempo que ha estado en contacto con la piel de la uva. La D.O. Cava apuesta por trepat y monastrell como variedades autóctonas y se está estudiando la regular el uso de tempranillo. El consumo de cava rosado se ha duplicado desde 2003 hasta nuestras fechas. Dalí ya lo puso de moda en sus fiestas en Port Lligat brindando con Castell de Perelada rosado, la misma marca que inauguró el matrimonio de los príncipes de Asturias. En los rosados encontramos las tipologías que los blancos, dependiendo el tiempo de reserva y el licor de expedición Marcas como Agustí Torelló con su trepat lo hacen tipo brut reserva y Recaredo con su pinot noir lo prefiere nature. También encontramos cava rosado ecológico como Albet y Noya Brut o semi-seco en las cavas Nadal. Codorniu o Gramona entre muchas otras apuestan por la francesa pinot noir. Está variedad también es la más utilizada fuera de la D.O. por excelencia de espumosos en España. En Galicia, Extremadura y Rueda (menos la marca Peñalba López avalada como cava) también se produce rosado. Las variedades pueden ser desde garnacha o tempranillo hasta mencía.
Los vinos tranquilos rosados vuelven a vestir las mesas. Estos habían quedado enclaustrados en la simpleza del maridaje “tu pides carne y yo pescado, pues tomaremos un rosado”. Recordemos para elaborar estos vinos se pueden utilizar tanto variedades blancas como tintas, lo que no se puede es mezclar los vinos base. Aún así los rosados apuestan por tener en su cupage garnacha, cabernet sauvignon o merlot. Lo que hace que el color no sea tinto son las 24-48 horas en contacto con los antocianos, las materias colorantes de la uva. La historia del rosado en nuestro país va de los claretes de la Ribera del Duero hasta las garnachas típicas de Navarra. Penedès emuló los rosados de cuerpo fino a la perfección. Pero la moda de los rosados con aguja o de los lambruscos rosados y dulces dejaron fuera de juego a los rosados con pedigrí. Por suerte denominaciones como Somontano han vuelto a creer en el potencial de este vino que tanto nos apetece en verano. Una temperatura de 10 a 12 grados es la más idónea, para poder disfrutarlos y que nos refresquen. Con un salmón ahumado, o un bonito, es de agradecer que encontremos rosados de calidad. Marcas como Can Ràfols dels Caus le aportan barrica cosa que hace que el rosado tome aromas terciarios y desarrolle un bouquet más complejo para plantar cara a platos más elaborados. A parte, para comidas un punto picantes, pastas y arroces son de gran compañía. Los rosados de Provenza, por su delicadeza, siguen siendo los más demandados por el comercio internacional. Pero aún queda la sensación de que no está junto al podium de los productos de calidad: los tintos, los espumosos y el blanco. El rosado no es un vino inferior a los demás, sino que es una alternativa de consumo y de aromas.
Hay gente que opina que la vida depende con los ojos con que la miras. Ver la vida de color de rosa y bebérsela puede ser algo muy gratificante. Las bebidas rosas, están de moda. La copa de cosmopolitan que Carrie Bradshow toma esperando a sus amigas en Sex in the city es reflejo de ello. Ya podemos encontrar crema de pacharan y oportos rosados que marcan tendencia. Tal vez volvemos a esa “belle epoque” donde los combinados de con cassís de Dijon marcaban el color del kir. Las bebidas rosas son las reinas de los coktails más fotogénicos.