Hay una medalla para ti

“Cómo es este vino?” “Muy bueno, ha ganado una medalla”. Vale, ahora no es tan un argumento exclusivo; porque, con el perdón a los concursos (¡a los que aprecio muchísimo y valoro positivamente!), ¿qué vino no tiene ahora una medalla? Más de 350 al año, casi una gala para cada día del año. Hay todo tipo de concursos: los de varietales (Concours Mondial Du Sauvignon); los de la denominación (Certamen de Calidad de Vinos de la D.O. Bullas); por el tipo de viticultura (Ecoracimos que este año parece que no se celebra); por el tipo de packaging (en el Chronical Wine Competition de San Francisco hay una categoría para los vinos envasados en tetabrik); hasta algunos catados exclusivamente por mujeres como “Féminalise, le concours” en Francia o “La mujer elige” en Mendoza. Hay una federación de Grandes Concursos Internacionales de Vinos y Espirituosos (VinFed) y sus eventos. Podéis encontrar en la red el calendario de Concursos de Vinos organizados por el MARM (Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino), con la ayuda de las denominaciones de origen, los gobiernos y los consejos reguladores y las ferias (Vinexpo y Vinitaly entre las más importantes). Aunque los más valorados por los elaboradores son los de las revistas (Wine Spectator por ejemplo) y las guías (Peñín, Parker). En la London Wine Fair las pegatinas de Decanter brillaban en las botellas: “International Trophy”, “Regional Trophy”, “Gold”, “Silver”, “Bronze” y “commended”, con 211 jurados expertos incluido 58 Masters of Wine, con la friolera de 8327 medallas. Los concursos cuestan, en algunos las muestras, en otros 250 euros por vino. Una bodega pequeña no le sale a cuenta participar porque si no gana, pierde lo invertido. Cuando gana, publicita ella misma el concurso a causa del galardón. La casa siempre gana. Por ello, los jurados tendemos a ser benevolentes con el vino e intentar que los vinos que están bien hechos tengan su recompensa. Gold Medal y Gran Gold Medal porque siempre suena mejor la que está en segunda posición; y en vez de bronce, mención especial. Soy la primera en reconocer que en cosas que no domino, como en el maquillaje, lo compro según la opinión de los expertos. Porque me hace sentir más segura, certificada y soy más feliz cuando pago el precio. Así que supongo que todos los concursos son pocos para guiar al consumidor, que cuando ve la preciada medalla en la botella, se cuelga una, al saber que está delante del podium de la buena elección. Está muy bien proteger al consumidor, pero ¿y el pobre productor? ¿debe gastar tanto en concursos y tener a una persona que lo siga? “Para vender en los monopolios sí” me confesó un director de exportación. Justo al día siguiente de la salida a la luz de las puntuaciones Parker (el tour de Miller acompañado de Pancho Campo) llamé a Anne Canan para felicitarla por la siempre constante buena puntuación en Clos Figueres y le pregunté sobre si participaba en algún concurso. Me dijo que no. Supongo que no hay medalla que supere más de 90 puntos americanos. Yo iba hacia Luxemburgo para participar como jurado en el Concours Mondial de Bruxelles, concurso itinerante y junto a Vinalis de París, el Mundus Vinis en Alemania y el International Wine Challenge, uno de los más importantes. Allí pude catar vinos de todo el mundo y ver que, los vinos que merecen un buen puesto, lo tienen. Pues aunque el jurado sea de todas las partes del mundo, hay algo que supera las nacionalidades, que es el óptimo gusto del vino. Y… ¡a jugar!
Meritxell Falgueras