El tiempo no respeta lo que se hace sin contar con él
La viña tiene su propio ciclo para poder dar buena uva. La tierra también se ha preocupado de ir curtiendo la planta. Una buena poda, la selección en la vendimia y los buenos cuidados marcaran la diferencia de calidad de los vinos. Para ello se necesita tiempo, mucho más tiempo que si todo fuera mecanizado como un simple objeto en producción. Porque el vino es vida y como un bebé se va criando. La edad de las cepas, el terruño, las variedades y el momento de la vendimia se transmiten en nuestra copa con sutiles notas de cata que nosotros podemos sentir con tanta inmediatez pero que tantos años ha costado en construirse. La historia líquida del año en que se recoge la uva no se improvisa y aunque es muy importante no es la única que define la personalidad del vino. Si hablamos de tiempo no podemos saltarnos, el tiempo óptimo de consumo. Los hogares más jóvenes y los más mayores dicen que son los que menos almacenan. Solo un tercio de los hogares guarda menos de tres botellas en casa y otro tercio entre 4 y 9 y el último restante más de 10. Porque para guardar hace falta no saber solo controlar el tiempo si no tener las cualidades ideales para hacerlo. 75% de humedad, silencio, oscuridad y una temperatura constante de 16-18 grados es el secreto. Pero también ser inteligente y no pensar que el vino cuanto más viejo mejor o que guardando un vino joven se volverá gran crianza. Mirad y preguntad en la web de las bodegas sobre la añada que os interesa y ellos os dirán el balance de tiempo que este vino está con su mejor bouquet. Pues por suerte el vino no tiene fecha de caducidad pero si unos meses y años que está en su momento más álgido. Dicen que a un vino le cuesta estropearse más del doble de lo que cuesta elaborarlo. Grosso modo diríamos que a más crianza, más aguante. Pero hay muchos factores que incrementan ese tiempo, sobretodo los grados alcohólicos, el índice de tanino, la acidez… Olvidar muchas veces un desamor cuesta más del doble. Pero al final, dicen: que el tiempo, todo lo cura. O lo estropea. Y, si sabemos envejecer como los buenos vinos, lo mejora.
Meritxell Falgueras