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El DNI del vino y su imagen

¿En un momento que los gimnasios están llenos de gente con remordimientos del verano y aún estando en crisis seguimos invirtiendo en ropa y en peluquería nos seguimos repitiendo que la belleza está en el interior? Es verdad, pero para saber como es de bella una persona por dentro requiere tiempo. Igual que para saber el gusto de una botella hace falta probar el vino. Por ello, en el vino, la imagen también hace una selección natural a la hora de elegir. La etiqueta tiene que mover con sus diseños asociaciones mentales del punto fuerte del vino. Paisaje, valor o tópicos. El vino se viste de etiqueta y es esta su tarjeta de presentación. Tiene que intentar transmitir visualmente lo que hay en materia líquida dentro de cada botella. Algo nada fácil sabiendo que la elección del vino en las tiendas donde la gente no recurre al consejo del dependiente depende sólo de cómo destaca a simple vista. Poner el nombre de la denominación en mayúsculas, resaltar la gran reserva o la variedad ya no sirve, como en el glamour de la moda, hay que encontrar algún factor más. Hay que elevar el producto a arte. a bodega Mouton Rothschild lo lleva haciendo des de 1945 para celebrar el final de la II Guerra Mundial. Des de entonces artistas como Dalí, Miró, Chagall, Cocteau, Braque, Warhol hasta llegar a contar como ilustrador al mismísimo príncipe de Gales representando un paisaje de la costa azul francesa. No todo se acaba colocando cuadros en la etiqueta. Tiene que transmitir emociones y recuerdos sensoriales. Nuestra mente es analógica, no digital como los relojes. Y las tendencias y los cambios de temporada pueden ser un punto fuerte de la venta de vinos. Recientemente Recaredo ha cambiado la imagen de su producto estrella, el Brut Nature, para mudar el clasicismo que recordaba un escuda con una etiqueta más minimalista. La esencia pero, es perenne. Xabier Bas, diseñador de la etiquetas de Álvaro Palacios entre tantos proyectos, habla de la importancia de no dejar a un lado al receptor. Porque es a él a quien nos dirigimos para enamorarlo, no sólo para vender más cajas. El naming es también fundamental. Recordar el nombre del vino para poder pedirlo con propiedad. El nombre del vino es como el nombre de las personas. Hay nombres que son originales, otros clásicos, algunos fáciles de recordar. Nombres que muestran la personalidad y otros que son sólo un trámite para distinguir el vino. Estudios de marketing apuntan que los nombres de vino más utilizados son aún los que tienen referencias aristocráticas, los nombre genéricos o los nominativos latinos. Los vinos con pedigrí se hacen llamar por sus títulos nobiliarios como Marques de Gelida (cava), Conde de Valdemar (Rioja), Comtesse de Lalande (Pauillac). También hay vinos que aluden a la realeza como Dinastía Vivancos, (Rioja) o Torres (Penedès) entre muchos más. Los nombres genéricos que demarcan la viña y el pago son muy comunes: Viña Tondonia (Rioja), Pago de Carraovejas (Ribera del Duero), Clos Mogador y Mas Martinet (ambos Priorat). Las laderas, los montes, los castillos están llenos de ejemplos vínicos. Los nombres latinos recuerdan las misma raíz del vino (vis, fuerza vital) como Tarsus (Ribera del Duero), Forum (Penedès) o Ysios (Rioja). Le siguen en número de referencias los griegos como Odysseus de Viñedos Ithaca o la bodega Dionisos en Valdepeñas. Hay quien como a un hijo ponen al vino su nombre entero como el cava Agustí Torelló o sólo el apellido como Gramona. La historia entre el vino y la iglesia deja constancia como San Román en Toro o Santa Rosa en Alicante. Por no hablar de los vinos franceses como el bordelés Château Pape Clément o la denominación de origen de origen Chatêauneuf du Pape o Hermitage. Los más esotéricos aman los vinos que apelan a constelaciones como, Celeste o Astrales de la Ribera. Ponerle números a los vinos es muy típico de la bodega australiana Penfolds con su Block 42 aunque las bodegas Abadal también siguen la tendencia con su 3.9. Bautizar un vino con su varietal es lo más corriente: Raimat Chardonnay o Enate Merlot-Merlot. En definitiva es poder dar un mensaje en la botella antes de probarla para que el consumidor escoja la mejor para su gusto sin probarla. La imagen es el carnet de identidad del vino.

Meritxell Falgueras

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