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Como perro por su casa

Maggie

Siempre había querido tener un perro. Cuando era pequeña mis padres me decían que no podíamos tenerlo en un piso. Mi abuela me advertía que no me lo cuidaría cuando nos fuéramos de vacaciones. A nadie le interesaba mi opinión. Después cuando me he independizado yo misma me he boicoteado con mi vida de free-lance siempre viajando. Y el perro nunca llegaba. Ni aún casándome con alguien a quien le gustan los perros y viviendo aislada en el campo, con la necesidad de un perro guardián o alguien que me diera un poco de calor humano. Hasta que llegó Maggie, el mejor regalo de mi suegro, un springuel spaniel, que él llevará a cazar.

Esta perrita a la que conocí cuando tenía siete meses y que es la reina de nuestra hogar. Es muy cariñosa, divertida y necesita alimentarse más de amor que de comida para perros. Maggie se arrastra de miedo cuando le dices algo nuevo, como yo con los exámenes que me quedan por hacer. Es insegura y siempre quiere ser el centro de atención. Esto me suena.

También los gestos de Maggie cuando se esconde cuando no le digo lo que quiere oír. Cuando está estresada se deja caer, hacer, se queda bloqueada como yo. Los fines de semana hacemos mil km y cómo yo cuando no paro de ir de hotel en hotel, cambia su ritmo de ir de vientre. Está loca por mi hombre, y cuando me voy a duchar y vuelvo al cuarto la encuentro en mi lugar de la cama, donde sabe que no puede subir, arrimada a él. Maggie salta, coge las cosas pero luego se olvida de traérmelas. Es como su dueña, que sabe hacer cosas difíciles y descuida las obvias.

Cuando la riñes se hace la orgullosa y después no quiere saber nada de ti. Es celosa si toco a otros perros y no le gusta estar con ellos. Sólo con las personas, porque ella se cree una de nosotros. No se queja nunca, y le encantan los sofás. Perrea, perrea y va de uno en otro. La cojo como un bebé y le gusta. Me encanta escribir con ella sobre mis piernas.

Le limpio los ojos y me mira con una carita.. Me gusta como huele. A veces creo que es un peluche y me olvido que es real. Pensaba que mi perra me obligaría a correr más a menudo, en cambio es al revés. Soy yo en motivarla, si no ella estaría siempre durmiendo. Hay días que hasta yo la tengo que levantar a ella. Pero cuando estoy sola con mi mal humos matutino, y ella me lame las manos para despertarme, le abro la puerta y corre por las viñas italianas, eso no tiene precio… Bebe agua de una copa… No sé a quién habrá salido… Y volvemos a entrar dentro porque hace mucho frío, y nos sentimos como perro por su casa…

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